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Autor: Virginia Woolf
Hacer a un lado todas y cada una de las preocupaciones y estudios terrenales y delegarlos a otra persona forma una motivación atractivísima para algunos; puesto que sin duda hay quienes desean retirarse y estudiar, como prueban la teología con sus refinamientos y la erudición con sus sutilezas; para otros, es cierto, esa motivación es una motivación pobre, ruin, el motivo de la separación entre la Iglesia y el pueblo, entre la literatura y el pueblo, entre el marido y la mujer, y que ha desempeñado un papel esencial en desquiciar a la totalidad de la Commonwealth. Mas cualquiera sean las motivaciones fuertes y también inconscientes que subyacen a la exclusión de las mujeres del sacerdocio -y es obvio que acá no vamos a contarlas, mucho menos hurgar hasta sus raíces-, la hija del hombre instruido puede confirmar, desde su experiencia, que es común, e inclusive usual, que dichas concepciones subsistan en el adulto pese a la irracionalidad que las caracteriza y traicionen su presencia bajo el nivel del pensamiento consciente a causa la fuerza de los sentimientos que despiertan.