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Autor: Bárbara Pistoia
Si bien la palabra mito le sienta bien, Tupac Shakur se eleva incluso sobre ese sello. Encarna al artista comprometido con su tiempo, mas asimismo, y singularmente, con su pueblo y con un ADN revolucionario herencia de su madre, líder del partido Pantera Negra, quien lo bautizó en homenaje al líder indígena Tupac Amaru. Una huella genética que respetó y honró por medio de su música y de sus actos. Pues lo propio fue más que el ritmo machacante del rap, con sus letras desafiantes del estado de cosas. En poco más de 6 años de carrera, Tupac que murió asesinado a los 25, en 1996 consiguió, aparte de ser un triunfante artista de hip hop, vehiculizar muchas de las demandas históricas de su gente, desde las más básicas, relacionadas con la supervivencia, los derechos y la dignidad, a las más complejas, ligadas a la cultura. Su muerte lo elevó a la categoría de mito y al pedestal de los luchadores sociales: Yo no hice a USA de este modo de dispar, no ideé el delito, las drogas, la vida en los ghettos. Yo solo nací ahí. El que me afirma gánster no me escucha, y el que me quiere silenciar lo hace por el hecho de que me escuchó y sabe lo que implica que afirme lo que estoy diciendo.