$830,00
Ahorra $-830
Últimos 10 disponibles!
Autor: Martín Arboleda
La sucesión de crisis que se empezó en dos mil ocho y llegó a su punto más culminante con la pandemia del coronavirus descubrió una verdad categórica: a pesar de lo que dicta el sentido predominante, el despliegue planetario del capital es un proceso de manera deliberada planeado. El espejismo de un mercado libre que se autorregula de forma eficaz, con el que el neoliberalismo pretendió sepultar por siempre las discusiones en torno a una administración social de la economía, se desvaneció en frente de la patentiza de un Estado activista que redistribuye riqueza cara arriba mediante exenciones tributarias, subsidios y rescates a grandes compañías. El apogeo de megacorporaciones como Amazon, Google y Walmart fue posible merced a esquemas estratégicos públicos y privados tan metódicos que han sido equiparados con los de Gosplan, la agencia de planificación central de la Unión Soviética. Mas si la planificación del capitalismo tardío llevó consigo una era de extinciones masivas y desigualdad extrema, ¿por qué razón no regresar a disputar el diseño y ejecución de los planes, e inclusive el significado mismo de la planificación?
Martín Floresta recorre de forma pormenorizada ciertos primordiales debates que marcaron la historia política y también intelectual de la planificación económica para entender su reaparición en el contexto de experiencias políticas contemporáneas, tanto en Latinoamérica como en España y otros países del Norte Global, y también imaginar sus trayectorias posibles. Avances recientes en tecnologías de supercomputación, big data y conectividad logística han avivado viejas discusiones sobre la capacidad técnica de calcular sistemas económicos complejos y de esta manera, por vez primera en la historia, abrir la posibilidad de una sociedad blog post-escasez. Otros planteos plantean modos de intervención que puedan superar el registro tecnocrático, verticalista, masculinizado y expansionista que caracterizó a las etnias de planificación del pasado. A pesar de los matices y divergencias, estos enfoques coinciden en la necesidad de fundar nuevas instituciones a fin de que el poder popular, que el día de hoy se agita en las calles y territorios, pueda ejercer un dominio colectivo de la economía y redefinir aquello que comprendemos por prosperidad.