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Autor: Victor De Lama
CÉSAR VALLEJO (Santiago de Chuco, Perú, mil ochocientos noventa y dos - París, mil novecientos treinta y ocho). Existen múltiples interpretaciones y análisis, tanto literarios como extraliterarios que procuran explicar la vigencia y modernidad de la obra del versista peruano. Mas hay, sobre todo, una razón más honda que justifica su fama póstuma: es la lección de esplendidez y autenticidad que exuda su poesía, que le ha transformado en un caso ética de persona íntegra. Las próximas palabras de Pablo Neruda de este modo lo atestiguan:...Eras grande, Vallejo. Eras interior y grande, como un enorme palacio de piedra subterránea con mucho silencio mineral, con mucha esencia de tiempo y de especie. Y allí en el fondo el fuego inexorable del espíritu, brasa y ceniza... Salud, gran versista, salud, hermano. Autor de libros tan inmortales como son ,Los heraldos negros,Trilce, Poemas humanos o bien España, separa de mí este cáliz, Vallejo nos abandonó un diecinueve de abril de mil novecientos treinta y ocho, en la ciudad de París, tal y como había intuido años ya antes en estos versos de Poemas humanos:
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me voy a morir en la ciudad de París con chaparrón
un día del que tengo ya el recuerdo.
Me voy a morir en la ciudad de París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es el día de hoy, de otoño.
Jueves va a ser, por el hecho de que el día de hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, nunca como el día de hoy, me he vuelto,
con mi camino, a verme solo.
César Vallejo está muerto, le pegaban
todos sin que les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
Asimismo con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
Conocer la obra de Vallejo representa no solo un inefable placer estético, sino más bien una imperdonable necesidad intelectual y moral. Su poesía resulta tan próxima al hombre moderno que el lector siente vibrar las fibras más sensibles de su ánima. Las experiencias del versista se erigen en símbolo de todas y cada una de las experiencias de cualquier humano en cualquier tiempo y sitio.